La restauración de la cúpula de la capilla del Rosario
es, sin duda, la parte más delicada del proceso que se lleva cabo en
este templo del Paso Blanco para devolverle su aspecto original, tras
los importantes daños sufridos a causa del terremoto del pasado mes de
mayo.
Según explica el arquitecto director de las obras, Juan
Carlos Cartagena, habrá que desmontar el cimborrio, que es la
construcción de planta cuadrada que protege la cúpula, para asegurarla
por el exterior. «Una vez hecho esto, se retirarán los fragmentos de las
pinturas que no sea posible restaurar en la propia cúpula, pero con
posterioridad volverlas a colocar en su sitio de forma que todo el
conjunto recupere su aspecto original».
Para esta labor, sin fecha concreta de comienzo puesto
que depende de las posibilidades económicas de la cofradía, no será
necesario utilizar maquinaria especial, como se había apuntado en
principio. Mientras, una tupida red de andamios, coronada por una cimbra
de madera de pino, creada expreso para que la bóveda asiente sobre ella
por completo y no se deteriore más, garantiza la estabilidad de esa
parte del edificio.
Las pinturas murales del siglo XVII que aparecen en la
cúpula, fueron realizadas entre los años 1743 y 1744 por el pintor
Bartolomé Martínez Fernández de Espinosa sobre una obra anterior,
probablemente de escaso valor artístico, y están rematadas con un
pinjante ornamental en forma de florón colgante colocado en la
intersección de los nervios de la clave de una bóveda. Es de madera
tallada y está firmada por Jerónimo Caballero.
La obra pictórica tiene excepcional importancia por
encontrarse en estado original. Los frescos representan con notable
calidad la apoteosis del Rosario, con la técnica del temple sobre la
cúpula de ladrillo macizo. Esta característica permite conocer la obra
con su colorido original sin variaciones creadas por repintes,
actuaciones posteriores o restauraciones más menos felices, como suele
ser habitual en estos casos.
La bóveda se inicia en su arranque con cuatro ventanales
de traza oval dispuestos hacia los puntos cardinales según la cruz de
planta, enmarcados en arquitecturas fingidas alternas de medallones con
golpes de hojarascas que encierran representaciones de santos dominicos,
con detalles del más depurado estilo rococó.
Fuente:www.laverdad.es
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