Muy Ilustre Cabildo de Ntra. Sra. la Virgen de la Amargura (Paso Blanco)
Dirección Artística: Manuel Muñoz Barberán, 1972 (medallones bordados en seda); Gaspar José López Ayala, 2015 (estolón y greca que orla el manto bordada en seda y oro).
Cronología: 2015
Material: Terciopelo de color negro, Sedas y Canutillo de Oro.
Realizado bajo la presidencia de D. Lázaro Soto Muñoz.
Imagen01: Manto del Anticristo en la presentación de los estrenos de 2015; Fuente: Salvador Díaz. |
Este año, 2015, ha sido un gran año para el Paso Blanco. Y lo ha sido porque se ha renovado el personaje del Anticristo, que es un icono en la cofradía blanca, enriqueciendo el manto que diseñara Manuel Muñoz Barberán en 1972, y dotándolo de una mejor puesta en escena con una nueva carroza.
Anticristo es como designa San Juan en el capítulo 13 del Apocalipsis al principal antagonista de Cristo, que le precederá en su segundo advenimiento antes del fin del mundo, y cuya principal labor será la apostasía de la fe cristiana.
Se supone será una personalidad humana, caracterizada por un completo desenfreno, autodeificación, odio a la verdad, y rivalidad con Cristo por medio de falsos milagros.
La actividad del Anticristo asume una falsa naturaleza religiosa. Los hechos que se refieren a la vida del monstruo se presentan como prodigios que formarán de él una imagen divinizada pero falsa, que sólo se hace verdadera en la mente de las personas engañadas por este falso profeta.
Imagen02: Carroza
del Anticristo procesionando
el día de su estreno. Viernes de Dolores de 2015;
Fuente: Asun Loz.
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Su carroza monumental, de 10 m de longitud, 4.5 m de ancho y 7.50 m de alto; ha sido ideada por Mariano Soto, y evoca a la arquitectura gótica de una de las mayores edificaciones dedicadas a la cristiandad. Al Duomo de Florencia, también conocido como “Catedral de Santa María del Fiore”. En ella se han preservado los colores blanco, rojo y verde, eludiendo a la procedencia de los mármoles utilizados para la construcción de este edificio; que fueron de Carrara, Prato y Siena.
La parte superior de la carroza alberga un altar gótico, que es el lugar elegido por el Anticristo para ostentar su poder. Y es que no podía escoger otro sitio más que aquel que correspondería a Cristo.
Ante él, la escultura de un coloso (alegoría de la fe), protege la cruz, con titánico esfuerzo, de “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero;” (Apocalipsis 12, 9). Esta escultura de bronce es una réplica de “Hércules enfrentándose a la Hidra de Lerna”, que se puede encontrar en el museo del Louvre en París.
Imagen izda.: Reproducción de la escultura de Hércules;Fuente: Salvador Díaz; Imagen dcha.: Escultura de Hércules enfrentándose a la Hidra de Lerna, del Louvre; Fuente: Google imágenes.
Los que no son salvados por la fe, siguen el camino flanqueado de piel de serpiente (la piel del diablo), que lleva hasta el Anticristo. Como es el caso de las dos inquietantes figuras que lo custodian. Dos figuras que sería imposible identificar como ángeles o demonios, y que contribuyen al engaño.
El Anticristo va precedido de cuatro demonios a lomos de cuatro frisones negros en cuyas empuñaduras llevan tridentes. Objetos que pertenecen a la simbología demoníaca.
Todos ellos recuerdan a aquellos personajes que aparecían en los desfiles bíblico pasionales de finales del s. XIX y primera década del XX.
Imagen05: Cuatro demonios a caballo; Fuente: Javi Aledo. |
Imagen06: Parte
delantera del
estolón; Fuente: Elena
Romera.
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El Anticristo va coronado por el laurel de una efímera victoria y ostenta un cetro, símbolo del fugaz poder terrenal. Sobre el pecho lleva “el número de la Bestia”, el 666 escrito en números romanos (DCLXVI), como en la versión original del Apocalipsis. Esa cifra es un acróstico que en su momento sirvió para enviar un mensaje evitando la censura. Son las iniciales de “Domitius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit”, que traducido es: “Domicio César mató vilmente a los enviados de Cristo”. Domicio es el nombre por el que era conocido el emperador Nerón (por ser hijo de Domicio Ahenobardo). Pero además de ser identificado en una persona como Nerón, en su momento, o Hitler y Stalin más recientemente; el Anticristo encarna también a los estados que a lo largo de la historia se hicieron adorar. Por eso, se adorna con la corona de laurel de Roma, una de las águilas que diseñó Albert Speer para la Alemania nazi, y la estrella de los países comunistas (Rusia y China).
Imagen07: Rostro de la bestia en
el estolón del manto;
Fuente: Elena Romera.
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Sin embargo, conforme pasa la carroza aparece la verdadera naturaleza del monstruo, que nos contempla amenazador desde el estolón del manto. En el que aparece sobre una cruz invertida y enmarcado por el tetragramaton con el que se invoca al diablo. El rostro de la Bestia recuerda el Baphomet que según la tradición adoraban los templarios.
El renovado manto del Anticristo conserva los medallones bordados en seda bajo la dirección del pintor lorquino Manuel Muñoz Barberán, de la primera versión de este manto estrenada en 1972. Así, recoge en su motivo central uno de los prodigios que obró la bestia: “… hacer descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres…”.
Pasto de las llamas se aprecia una síntesis arquitectónica de la cristiandad. Dos edificios, uno con una arquitectura gótica, a la izquierda, y la Basílica de San Pedro del Vaticano fácilmente reconocible, en el centro, se mantienen invictas; mientras en un primer plano un hombre sostiene una cruz de madera que arde pero que no se consume.
La aparición de los colores azulados para las llamas que envuelven el mal y los rojos sangrientos del fuego refuerzan la idea de dramatismo de la escena principal de esta colosal pieza;
Imagen08: Medallón Central; Fuente: Salvador Díaz. |
Bajo este medallón central aparece un pergamino envuelto, también, en llamas azules, en el que encontramos a Lucifer, el ángel caído ó “Príncipe de los demonios”.
Las llamas son azules, entre otras cosas, porque el artista tenía una percepción del infierno como algo necesariamente azul. Y quiso dejarlo reflejado en esta magnífica pieza;
Imagen09: Pergamino con Lucifer; Fuente: Salvador Díaz. |
A ambos lados de este medallón, y un poco más arriba, encontramos a un condenado (a la izquierda), y a un demonio (a la derecha).
La fuerza expresiva de ambos medallones es algo incuestionable. Y puede apreciarse el contraste entre la mirada arrepentida, que casi parece esperar un milagro para ser perdonado, del condenado; y la fiereza de la mirada del demonio, con la cabeza inclinada hacia abajo;
Imagen izda.: Medallón en el que aparece un condenado; Imagen dcha.: Medallón en el que aparece un demonio; Fuentes: Salvador Díaz.
Ya sobre estos se sitúan los dos últimos medallones de Muñoz Barberán. Que corresponden a los rostros de dos almas que residen en el purgatorio, y que tienen que purificarse antes de recibir la visión beatífica de Dios.
En estos dos medallones vemos cómo el artista cambia las tonalidades de las sedas y utiliza unos tonos menos cálidos. Y es que el purgatorio no es el infierno, sino un estado transitorio de purificación donde los pecadores arrepentidos tienen que purificar su alma para así dejar de sentir esa lejanía con Dios.
La expresión de sus rostros de miradas lánguidas y hacia el cielo parecen esperar la bendición divina. Gesto que hace entender que la posición de estos dos personajes, así como el resto, guarden un cierto simbolismo.
Imagenes izda. y dcha.: Medallones correspondientes a dos ánimas del Purgatorio; Fuente: Andrés Martínez.
Muñoz Barberán, con su estilo tan personal, ha sido adscrito a la figuración postimpresionista y denota un magnífico dominio del dibujo y una preocupación constante por la introducción de la luz y el color.
En esta obra hizo gala de una sorprendente paleta cromática, particularmente ajustada, para que los bordados se luciesen en carrera. Y fue capaz de romper las escalas con colores complementarios combinando rojos, amarillos y azules sin caer en la estridencia y concibiendo una sorprendente explosión de luz y calor (porque casi puede palparse el fuego).
La monumentalidad de la pieza puede ocultar a la mirada desprevenida las vigorosas expresiones de los personajes que aparecen en los medallones del manto. Sus expresiones recuerdan a la “terribilitat”, aquella especie de energía contenida en el rostro que solo Miguel Ángel en su obra escultórica de plenitud era capaz de conseguir.
Todos estos personajes, enmarcados en medallones envueltos en llamas, aparecen ahora engarzados en una composición bordada en oro y sedas que mezcla motivos vegetales estilizados (que sin embargo acaban en aguijones), con elementos típicos en la iconografía del diablo (dragones y tridentes).
Imagen14: Cenefa que orla el manto con diversos motivos iconográficos del diablo; Fuente: Salvador Díaz. |
Además, en la greca bordada en oro que orla este majestuoso manto, aparecen siete grutescos que sirven de arranque y nexo de unión entre los diferentes elementos ornamentales.
Son elementos decorativos inspirados en los encontrados en la “Domus Aúrea”, el palacio construido por Nerón, descubierto en una gruta de Roma (de ahí el nombre de “grutescos”).
Toda la orla del nuevo manto, así como los bordados en seda originales, van envueltos en llamas azules, respetando así la concepción que el artista tenía del infierno como “algo necesariamente azul”.
El diseño y la dirección del ya renovado manto del Anticristo corren a cuenta de Gaspar José López Ayala, quien ha sabido enriquecer esta pieza tan destacada sin quitar protagonismo a la obra de Muñoz Barberán.
Para la realización de este manto, el de mayores dimensiones de cuantos desfilan en nuestra Semana Santa, han sido necesarios 5 meses de intenso trabajo de las quince bordadoras que trabajan en el Paso Blanco, siendo estas: Fina Gómez, Cati Llamas, Cati del Vas, Maruja González, Poli Ibarra, Juani Franco, Encarni Abellaneda, Agustina García, Nassera, Isabel Segura, Pascuala Peñas, Mª Huertas Úbeda, Elena Romera, Ana Ros y Toñi Ruíz.
Bibliografía:
- Nota de prensa emitida desde la Comisión Artística del Paso Blanco en la presentación de los estrenos de 2015.
- Muñoz Barberán. Pinceladas de oro y seda.
Salvador Díaz Miñarro.